sobre mí
cristina castro martínez
“No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma.”
– Jiddu Krishnamurti
Cuando intento responderme quién soy, cada día tengo más claro que cualquier cosa que responda no es todo lo que soy, y que ponerme a hacer una lista de adjetivos sólo daría información de las cosas de mí en las que me gusta verme reflejada. Si digo que soy psicóloga…, y bien, es cierto que lo soy, ¿Es mi profesión la que me define?
Me llamo Cristina y más interesante que contarte algo sobre mis identidades, que muchas de las cuales no son elegidas, es contarte cómo llegué hasta aquí. Mi vocación hacia el conocimiento de la humanidad la recuerdo desde bien “chiquitita”, aunque no fue hasta terminar secundaria cuando tomé conciencia de ello. No fui una alumna brillante ni tampoco un mal llamado “fracaso escolar”, pero de la época del colegio una de las cosas que más recuerdo es que me sentía querida por las y los profesores que fueron y serán siempre importantes para mí, y que mi relación con ellos repercutía positivamente en el desempeño que yo ponía para aquellas asignaturas. Quizás esta fue, y no he sido consciente hasta ahora que lo escribo, mi primera experiencia dentro de las corrientes humanistas, donde era el propio vínculo nutritivo con las profesoras y profesores lo que, en primera instancia, me motivaba a aprender.
Sobre mí
Cristina castro martínez
“No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma.”
– Jiddu Krishnamurti
Cuando intento responderme quién soy, cada día tengo más claro que cualquier cosa que responda no es todo lo que soy, y que ponerme a hacer una lista de adjetivos sólo daría información de las cosas de mí en las que me gusta verme reflejada. Si digo que soy psicóloga…, y bien, es cierto que lo soy, ¿Es mi profesión la que me define?
Me llamo Cristina y más interesante que contarte algo sobre mis identidades, que muchas de las cuales no son elegidas, es contarte cómo llegué hasta aquí. Mi vocación hacia el conocimiento de la humanidad la recuerdo desde bien “chiquitita”, aunque no fue hasta terminar secundaria cuando tomé conciencia de ello. No fui una alumna brillante ni tampoco un mal llamado “fracaso escolar”, pero de la época del colegio una de las cosas que más recuerdo es que me sentía querida por las y los profesores que fueron y serán siempre importantes para mí, y que mi relación con ellos repercutía positivamente en el desempeño que yo ponía para aquellas asignaturas. Quizás esta fue, y no he sido consciente hasta ahora que lo escribo, mi primera experiencia dentro de las corrientes humanistas, donde era el propio vínculo nutritivo con las profesoras y profesores lo que, en primera instancia, me motivaba a aprender.
Estudiando FP de Educación Infantil me di cuenta de que la psicología era algo que se me daba realmente bien, y que me gustaba, así que al terminar aquel ciclo, me metí en la carrera de Psicología para poder profundizar en aquello que había descubierto y validado de mi misma.
La motivación pues de empezar ese camino era la de descubrir, la de querer saber más sobre las personas, y entender por qué la gente actúa como actúa, por que piensan como piensan y qué es lo que sienten. En la carrera no encontré respuestas a todas mis preguntas, pero algo aprendí, me sirvió para que aumentara en mí el conocimiento sobre ciertas cosas que tenían relación con las respuestas a las preguntas que yo andaba persiguiendo. No obstante, el sistema educativo en el que estamos inmersos niega y olvida que somos cuerpo, y que todas las experiencias vitales, tienen su origen y su reproducción en el cuerpo, y que la reiteración de los aprendizajes albergan en él. La razón y el pensamiento es sólo una dimensión más de lo que somos, y el sistema patriarcal y occidental es lo único a lo que le da importancia. Y esto lo descubrí en un grupo terapéutico de Gestalt, que fue el que cambió mi vida radicalmente. Radicalmente no es rápido, ni bruscamente, simplemente pude transformar la forma que tenía de ver quien yo era, y con ello, la forma de mirar todo aquello que me rodea.
Ya en la universidad con la llegada a un grupo de personas LGTBIQ+ que luchaban por los derechos y la no-violencia hacia el colectivo, comenzó mi interés por las teorías y prácticas transfeministas, y conocí a personas a las que siempre agradeceré que también me enseñaran a ver el mundo con gafas moradas, a poder ser crítica con el sistema, a poder incluir en lo que nos pasa la mirada social. Y esto es, dejar de percibir el mundo únicamente como individuos independientes que se relacionan. La mirada sistémica y colectiva es necesaria para abordar la complejidad de lo que individualmente nos sucede.
Estudiando FP de Educación Infantil me di cuenta de que la psicología era algo que se me daba realmente bien, y que me gustaba, así que al terminar aquel ciclo, me metí en la carrera de Psicología para poder profundizar en aquello que había descubierto y validado de mi misma.
La motivación pues de empezar ese camino era la de descubrir, la de querer saber más sobre las personas, y entender por qué la gente actúa como actúa, por que piensan como piensan y qué es lo que sienten. En la carrera no encontré respuestas a todas mis preguntas, pero algo aprendí, me sirvió para que aumentara en mí el conocimiento sobre ciertas cosas que tenían relación con las respuestas a las preguntas que yo andaba persiguiendo. No obstante, el sistema educativo en el que estamos inmersos niega y olvida que somos cuerpo, y que todas las experiencias vitales, tienen su origen y su reproducción en el cuerpo, y que la reiteración de los aprendizajes albergan en él. La razón y el pensamiento es sólo una dimensión más de lo que somos, y el sistema patriarcal y occidental es lo único a lo que le da importancia. Y esto lo descubrí en un grupo terapéutico de Gestalt, que fue el que cambió mi vida radicalmente. Radicalmente no es rápido, ni bruscamente, simplemente pude transformar la forma que tenía de ver quien yo era, y con ello, la forma de mirar todo aquello que me rodea.
Ya en la universidad con la llegada a un grupo de personas LGTBIQ+ que luchaban por los derechos y la no-violencia hacia el colectivo, comenzó mi interés por las teorías y prácticas transfeministas, y conocí a personas a las que siempre agradeceré que también me enseñaran a ver el mundo con gafas moradas, a poder ser crítica con el sistema, a poder incluir en lo que nos pasa la mirada social. Y esto es, dejar de percibir el mundo únicamente como individuos independientes que se relacionan. La mirada sistémica y colectiva es necesaria para abordar la complejidad de lo que individualmente nos sucede.
Arte
El poder transformador del arte llevado a la terapia ha sido algo que ha estado presente, tanto en mi experiencia vital como en las estrategias de abordaje para la indagación de las vivencias del pasado en las sesiones con mis pacientes.
Feminismo
La conciencia de las desigualdades sociales y de género me permiten una mirada feminista en el acompañamiento de mis pacientes, así como una perspectiva integradora del enfoque social en el abordaje de las heridas que dejan las diferentes violencias en función del cuerpo que se habita. El transfeminismo me cambió la vida y la forma en la que desarrolla mi conducta.
Antigordofobia
Al terminar la universidad comencé un máster sobre prevención, detección y atención a mujeres que habían sido víctimas de violencia de género en pareja. En la actualidad una parte del tiempo de mi vida laboral la dedico a trabajar con los niños y las niñas presentes en las familias en las que todavía sucede o en algún momento sucedió esto. Pero si a algo tengo que agradecerle la persona que soy hoy es a mi cuerpo. No sólo porque sea el que me transporta, y el que está conmigo allá donde voy, sino porque gracias a la disidencia de mi cuerpo y las disidencias de los cuerpos de mis compañeras, pude comprender que en la construcción de nuestra identidad no partimos todes desde el mismo lugar. Comprendí que existe una jerarquía marcada y dentro del contexto socio-económico en algún momento se decidió qué cuerpos merecían ser respetados y qué cuerpos no. Y que el mundo, tal y como está construido, es doloroso, y también a veces bello, pero yo sé que moriré habiendo hecho todo lo que haya podido para construir realidades diferentes; porque la que hay, no a todes nos funciona.
El amor, la construcción de relaciones sanas, y la aceptación de la diversidad son las patas que sostienen mi lucha y también la mirada que pongo en las sesiones terapéuticas, y son una parte importante a la que decido conscientemente otorgar el sentido de mi existencia.
DOCUMENTAL. Gordofobia, Cuerpos empoderados.